ARTE Y CULTURA POST-COVID

ARTE Y CULTURA POST-COVID: Una visión general sobre el arte y la cultura de nuestros tiempos para afrontar las consecuencias del COVID-19 desde el rubro.

Por: Corina López De Sousa

Públicado: 13/04/2020

Última modificación: 19/04/2020

José Manuel Ballester - Lleva al confinamiento a todos los personajes retratados de una selección de obras clásicas, retirandolos de escena.

José Manuel Ballester - Lleva al confinamiento a todos los personajes retratados de una selección de obras clásicas, retirandolos de escena.

Introducción

“Artículo 22: Toda persona, como miembro de la sociedad (…) tiene derecho a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.

“Artículo 27: Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.

 (1)

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  Todos los seres humanos tenemos una increíble capacidad creativa que nos ha ayudado a adaptarnos y progresar tanto como individuos, como en sociedad. Diversos estudios e investigaciones han reconocido el papel fundamental que ha jugado la expresión artística para la consecución de este excepcional desarrollo. Cito “cuando una persona en fase de aprendizaje entra en contacto con procesos artísticos y recibe una enseñanza que incorpora elementos de su propia cultura, esto estimula su creatividad, su iniciativa, su imaginación, su inteligencia emocional y, además, le dota de una orientación moral (es decir, de la capacidad de reflexionar críticamente), de la conciencia de su propia autonomía y de la libertad de acción y pensamiento. La educación en y a través de las artes también estimula el desarrollo cognitivo y hace que el modo y el contenido del aprendizaje resulte más pertinente para las necesidades de las sociedades modernas en las que vive el que lo recibe.” (2)

  El último análisis de proporcionado por la UNESCO en el 2019 data que las industrias culturales generan ingresos anuales de 2.250 millones de dólares y exportaciones mundiales de más de 250.000 millones de dólares, que representan a menudo hasta el 10% del PIB nacional, proporcionando casi  30millones de puestos de trabajo en todo el mundo y ofrecen empleo a más personas de entre 15 y 29 años que cualquier otro sector (3). A pesar de ello, las políticas, derechos y condiciones laborales para el medio artístico, en la mayoría de los países del mundo aún debaten, puesto que no se pueden hacer leyes universales para todos los artistas, pues cada profesión posee condiciones muy específicas. Como en el caso de un artista visual independiente que trabaja por cuenta propia, estos requieren de un tiempo de investigación previa hacia la producción para una posterior presentación que puede o no generar una retribución. Estos tiempos son autofinanciados por los mismos sin garantías pero con las mismas exigencias fiscales de cualquier otro autónomo. O en el caso de los bailarines que a pesar de tener entrenamientos tan fuertes como un atleta, además de ganar mucho menos del promedio, el desgaste físico que le requiere le supone una exigencia y una carrera profesional muy corta.

  Bajo estas y otras tantas consideraciones, este citado medio artístico padece de una precariedad generalizada, desorganización y fallas estructurales a nivel constitutivo. En consecuencia se ha encarecido el desarrollar una carrera en el mundo del arte que permita vivir solo de este trabajo.

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  El avance de las industrias de producción masiva junto a las ciencias y las tecnologías que, nos han traído a la actual revolución de la era digital, han abierto una brecha entre los procesos cognitivos y emocionales; dando mayor importancia al desarrollo de capacidades cognitivas en detrimento del aspecto emocional, pese a causar muchas veces una decadencia del comportamiento ético en las sociedad moderna. “Los procesos emocionales son parte del proceso de toma de decisiones y funcionan como vectores de acciones e ideas, sentando las bases de la reflexión y la opinión. Sin una implicación emocional, cualquier acción, idea o decisión estaría basada en consideraciones meramente racionales y, para que una persona tenga un comportamiento ético sólido, lo cual constituye la base de la ciudadanía, es necesaria la participación emocional” (4). Vemos entonces como en las sociedades del siglo XXI demandan una aceleración desenfrenada de los procesos productivos de trabajo (exigiendo consigo la inmediatez como valor fundamental del trabajador de hoy); el aumento de poder de los medios de comunicación y la globalización. El psiquiatra Augusto Cury desde su práctica propone estudiar la emergencia de un nuevo trastorno de ansiedad que titula “síndrome de pensamiento acelerado”, cuya característica principal es que “el exceso de información, de actividad, las preocupaciones y las presiones sociales pueden acelerar la mente con una intensidad nunca antes vista”(5) y que percibimos claramente en la exigencia por la inmediatez, (que además de causar estragos psicológicos), poco margen deja a la necesaria maduración artística que nos atañe. Explica el Dr. Cury que el exceso de información y la intoxicación digital provocan una saturación de la memoria del individuo, “abriendo un gran número de ventanas en el archivo de recuerdos, sin anclarse en ninguna, por lo que la persona pierde el foco y la concentración. Así, tenemos una velocidad enorme y estéril de pensamientos, la mayoría de ellos inútiles. Leemos una página de un libro o de un periódico y no recordamos nada.”

  Tenemos entonces la proliferación de academias, la mercantilización del arte como producto cultural, la multiplicidad de medios y espacios alternativos para exhibir, además de la duplicación de diversas herramientas para la creación, que en general han motivado a una expansión masiva de artistas y autores aspirantes a ganar el título de artista. Pero hemos perdido los principios y valores básicos que encaminan la trascendencia del arte en sociedad. El arte que siempre ha sido expresión de la cultura, como muestra de las circunstancias sociales o políticas de cada era, en la período del post-arte (denominación del arte de nuestros tiempos) ha recibido fuertes críticas incluso asumiendo “el arte ha muerto”(6), mencionando como las expresiones artísticas han quedado sumergidas en procesos galvánicos, donde los artistas y aspirantes de nuestra época han fundado mayormente carreras como “celebridades” o “influencers”, creadores de obras sin un contenido de trascendencia, objetos banales o superfluos de estética puramente decorativa, atractivos a su mercantilización dirigida a un pequeño porcentaje de la población con poder adquisitivo medio-alto. 

  Pero los artistas no están solos, galeristas, marchantes, gestores culturales, curadores, y demás agentes del medio artístico aparecen para colaborar tácitamente al desarrollo del medio, pero el trabajo se dificulta tomando en cuenta que igualmente el engranaje esencial para que el medio funcione, llega corrompido por el mismo sistema donde contingentemente se ha estructurado. Un alto índice de la población que consume productos culturales se encuentra condicionada por las expectativas que nos prometen los mass-media que a su vez, manejado por un grupo de aristócratas y elites del sector, bajo la premisa de un “cómo debería ser el arte” deciden entre lo que vale y lo que no; lo que se difunde y lo que censura; en definitiva, el curso de lo que trasciende como representación de la cultura y lo que se queda en casa. Dando como resultado el difícil acceso, e incluso el rechazo al medio artístico para la mayoría de las personas.

  Por suerte, en ciertos momentos de sapiencia, diversos agentes, colectivos y asociaciones de profesionales dedicadas al medio retoman todas estas cuestiones para replantear los modelos y proponer soluciones, cuestionando los paradigmas bajo la premisa de preguntarnos constantemente ¿Qué le podemos aportar entonces al arte hoy? ¿Cuál es la importancia de mi trabajo artístico para el mundo? Preguntas base de donde nace Franquearte y la necesidad de escribir este ensayo en pleno confinamiento por lo que significa la pandemia del COVID-19 para el individuo, sujeto a la sociedad, la cultura y las artes que afrontan un nuevo cambio global que posibilita el debate para la solución de varios paradigmas planteados.

(1)     Articulo 22 y 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

(2)    “Hoja de ruta para la Educación Artística” de la conferencia mundial sobre la educación artística: construir capacidades creativas para el siglo XXI. De la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura. Lisboa 2006.

(3)    Políticas e Investigación sobre “Cultura y condiciones laborales de los artistas” Análisis por Garry Neil para la UNESCO 2019.

(4)    IDEM 2

(5)    Entrevista Augusto Gury por la BBC en el 2019.

(6)    Arthur Danto en su obra EL FINAL DEL ARTE: “El arte ha muerto. Sus movimientos actuales no reflejan la menor vitalidad; ni siquiera muestran las agónicas convulsiones que preceden a la muerte; no son más que las mecánicas acciones reflejas de un cadáver sometido a una fuerza galvánica”


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